El síndrome de la impostora es un problema común entre las mujeres, especialmente en puestos directivos, ya que pueden sentir que no merecen el éxito o el reconocimiento que han obtenido. Sin embargo, hay varias formas en las que las mujeres pueden trabajar para combatir este síndrome y aumentar su confianza en sí mismas y en sus habilidades.

En el programa de mentoring para las diferentes federaciones que MAS organiza junto con ADESP, una de las participantes mencionó: “Como mujer, a menudo me he encontrado lidiando con el síndrome del impostor a lo largo de mi carrera. A pesar de mis logros y éxitos, a veces me cuesta creer plenamente en mí misma y en mi capacidad para liderar. Pero he aprendido que esto es normal y que muchas personas exitosas también se sienten así de vez en cuando. En lugar de permitir que el síndrome del impostor me limite, he decidido enfrentarlo y convertirlo en una fuente de motivación.

Cada día, trabajo para recordarme a mí misma que merezco estar donde estoy y que mis logros son el resultado de mi arduo trabajo y habilidades. También estoy comprometida a apoyar a otras mujeres en sus carreras y a crear un entorno donde todas podamos sentirnos seguras y empoderadas para tener éxito. El síndrome del impostor puede ser un desafío, pero no definirá mi camino hacia el liderazgo.” Una de las formas más efectivas de combatir el síndrome de la impostora es a través de la autoevaluación. Es importante que, como mujeres, nos tomemos el tiempo para reflexionar sobre nuestros logros y contribuciones, y que demos crédito por ellos. También es importante recordar que los errores son una parte natural del aprendizaje y del crecimiento, y no significan que una persona no es competente o capaz. Otra forma de combatir el síndrome de la impostora es rodearse de un grupo de apoyo de personas confiables y confiadas en sus habilidades. Esto puede incluir mentores, colegas, amigos, familiares, etc. En el proyecto arriba mencionado ha funcionado muy bien el encontrarse diferentes mujeres y ver que no están solas. Ese es el objetivo también de una red como MLíder.

Es importante tener personas en nuestra vida que puedan proporcionarnos retroalimentación positiva y constructiva, y que puedan ayudarnos a mantener una perspectiva realista sobre nuestros logros y habilidades. Además, es importante tener una actitud positiva y confiada en el lugar de trabajo. Esto puede incluir hablar con confianza, presentar ideas con seguridad, y no dudar en pedir ayuda o asistencia cuando sea necesario. También es importante tener una actitud de aprendizaje continuo, y estar dispuestas a tomar riesgos y a probar cosas nuevas. Finalmente, es importante tener una buena salud física y mental. Esto puede incluir hacer ejercicio regularmente, comer una dieta equilibrada, y tener tiempo para relajarnos y desconectar. Esto estaría demás decirlo en un grupo de mujeres que se dedican a promover la actividad física, pero a menudo nos encontramos que priman el trabajo y descuidan ese aspecto de cuidado y desconexión. Estos hábitos pueden ayudar a reducir el estrés y la ansiedad, lo que puede ayudar a sentirnos más seguras y confiadas en nosotras mismas.

Como menciona en un artículo el periódico Cinco Dimensiones, las expertas coinciden en que la COVID-19 y el teletrabajo han aumentado esta sensación y suponen un paso atrás en la lucha de la mujer por la igualdad laboral. “Al pasar más tiempo en casa asumiendo más tareas crece la percepción de que estás mintiendo, que cumples un rol que no es real. Las fronteras entre hogar y trabajo son difusas ahora. La mujer siente que tiene doble turno. Esta ansiedad le lleva a estar ‘quemada’. En ese sentido, la pandemia y el teletrabajo puede ser una amenaza al progreso que hemos alcanzado”, afirma Leire Gartzia, profesora de liderazgo y gestión del cambio en Deusto Business School. Los datos lo certifican. Antes de la pandemia, un estudio de la consultora McKinsey señalaba que las mujeres se hacían cargo del 75% del trabajo no remunerado, es decir, del cuidado de los hijos y de las tareas del hogar. La COVID-19 ha supuesto un añadido extra en esta carga de trabajo. Las madres de niños de primaria dedican una media de cinco horas al día a la educación en el hogar, mientras que los padres dedican dos, según un estudio de la University College de Londres. Más del 60% de las progenitoras que trabajan dijeron que desde que empezó la pandemia se han ocupado principalmente del cuidado de los niños, en comparación con el 42% de los padres, según otra encuesta realizada por el portal de búsqueda de empleo FlexJobs. El 17% de las madres dejaron sus trabajos, en comparación con el 10% de los padres.

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